jueves, 21 de abril de 2016

El Batallador nunca duerme


Alfonso I el Batallador reinó en Aragón y Pamplona durante el primer tercio del s. XII. Hijo del monarca Sancho Ramírez y Felicia de Roucy, fue uno de los reyes aragoneses mas relevantes, especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.
Educado sobre todo en el Monasterio de San Pedro de Siresa (Huesca) en un ambiente estricto y religioso, desde muy joven se obsesionó con la idea de la lucha y recuperación de territorios frente a los musulmanes. Llegó a duplicar la extensión de reino tras la importante conquista de Zaragoza. Gracias a su matrimonio con doña Urraca, gobernó temporalmente sobre los territorios de Castilla, lo que duró hasta que la oposición nobiliaria forzó la anulación del matrimonio. Sus campañas le llevaron hasta Córdoba, Granada y Valencia, donde consiguió sonadas victorias frente a los musulmanes.
Muerto en combate y sin descendencia, su absurdo testamento, mediante el que el reino debía repartirse entre las Órdenes Militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital, contó con el rechazo de los nobles que lo consideraron irrealizable. El reino se vuelve a fragmentar después de medio siglo. Aragón pasa a manos de su hermano Ramiro II el Monge, y Navarra es entregada a García Ramírez.
Pero Alfonso I, como un moderno "último de Filipinas", continúa vigilante día y noche desde lo alto del Parque Grande de Zaragoza, atento a cualquier posible ataque enemigo y quizás maquinando nuevas campañas bélicas.